Los totalitarismos blandos by Iñaki Ezkerra

autor:Iñaki Ezkerra [Ezkerra, Iñaki]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2016-01-01T05:00:00+00:00

—Carmen, ¿tú tienes hijos?

—Sí, además tengo una nena de tu edad.

—Pues qué bien. Así cuando seamos mayores ella podrá ser la cuidadora de mis hijos.

Lo irritante de ese vídeo no era la defensa cerrada que hacía de la escuela pública frente a la concertada, adoptando un punto de vista absolutamente legítimo. Lo irritante es que daba una imagen anacrónica de la sociedad española y que no reconocía como un hecho obvio esa permeabilidad social por la que el niño de esa publicidad electoral, a poco que a sus padres no les vayan bien las cosas y a poco que no se espabile en unos años y pierda el tiempo asegurando que se quiere encontrar a sí mismo en vez de estudiar, puede acabar trabajando de pinche para la niña esa que tiene sus mismos años y a la que no conoce o, todavía más paradójico, haciendo de cuidador de su cuidadora en una residencia de la tercera edad.

Las paradojas pueden ir aún más lejos. En El miedo a la libertad, Erich Fromm explicaba la adhesión al nazismo de las masas obreras y las capas desclasadas de la Alemania de entreguerras por el atractivo que para estas tenía sentirse de una raza superior, un pueblo elegido, una nación llamada a la gloria, frente a la deprimente y resentida «conciencia de clase» que le proponía el comunismo. Volvamos a la pregunta no respondida: ¿qué explica que surja ahora un hipotético «odio de clase» que no había hace cuatro décadas en la España ideologizada que acababa de enterrar a Franco? ¿Es suficiente explicación la crisis económica?

No solo no lo es, sino que la explicación quizá camine en el sentido totalmente contrario. Quizá sea precisamente el desarrollo económico del que aún disfruta nuestro país, pese a la grave crisis y en comparación con la austeridad auténtica que conocimos en el pasado, lo que permite que hoy tenga un auditorio un tipo que habla de una pobreza que él no conoció y al que los verdaderos pobres de otro tiempo le habrían rehuido porque su discurso de la marginación no habría resultado lo edificante, lo euforizante y lo halagador que reclamaba su dramática situación económica y su miseria real. A las masas sin trabajo y a la empobrecida clase media de la sociedad alemana de los años treinta les sedujo más el discurso del «superhombre ario» que el de «los parias de la Tierra», pero en la España democrática del siglo XXI, no tienen inconveniente en abrazar este último gentes como Manuela Carmena, una juez con un marido propietario de un estudio de arquitectura; como Jorge Verstrynge, un histórico pijo del grupo que fundó Alianza Popular, o como Carolina Bescansa, una chica bien de Santiago de Compostela que se casó en el altar mayor de la catedral y que pertenece a un adinerado clan familiar ligado a unos prósperos laboratorios farmacéuticos y a la fabricación de un conocido producto laxante. Este tipo de contrastes no sirven más que para ilustrar la impostura que consiste, no

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